Cuando organicé el viaje no podía ni imaginar que el lugar que había escogido para alojarnos iba a ser así de bonito. Il Monticello es una villa al más puro estilo provenzal tan maravillosa que corres el riesgo de enamorarte de ella y querer quedarte para siempre. El lugar es mucho mejor de lo que reflejan las fotos y está estratégicamente situado, a pocos minutos en coche de pueblos y lugares interesantes llenos de encanto. El jardín, con especies mediterráneas y alóctonas, es un oasis delicioso y los propietarios, Gucky y Patrice, nos recibieron con una cálida acogida, amabilidad y mucha simpatía. Fue como estar en un hotel de 5 estrellas y en nuestra casa a la vez.
Un remanso de paz y calidez inmerso en un pletórico entorno natural
La casa es una villa familiar que dispone de habitaciones para huéspedes y ofrece, además, desayunos. No preparan almuerzos ni cenas, pero te facilitan frigorífico y todos los útiles necesarios para preparar una comida fría y tomarla en la mesa de la terraza. Realizamos el viaje con otra pareja y durante nuestra estancia dispusimos de los dos dormitorios contiguos que hay en la planta principal, ambos con salida a una terraza repleta de macetas con plantas en flor, buena sombra y unas fascinantes vistas sobre la piscina, el jardín y la colina de Plascassier.
Disfrutamos de seis noches con sus correspondientes días en un lugar tan apacible que costaba abandonarlo para hacer excursiones y al que regresábamos al atardecer entusiasmados para ver anochecer cenando en la terraza. Ahora entiendo mejor que nunca porqué Woody Allen rodó «Magia a la Luz de la luna» en localizaciones de la Provenza, no hay un trocito de tierra en esta región que no esté lleno de magia.
Il Monticello cuenta una parcela grande que por la orografía del terreno está dividida en terrazas, todas ellas ajardinadas y cada una con una función o ambiente distinto, pero todas llenas de vegetación y bien cuidadas. Se accede por un camino de entrada bordeado de palmeras, cipreses, otras variedades de árboles y plantas trepadoras que proporcionan intimidad a la casa. En la primera terraza hay una zona para aparcar rodeada de arbustos, en la siguiente se encuentra la piscina con un jardín exuberante y a continuación está la casa y la terraza principal.
Continuando la subida por el camino llegamos al jardín trasero donde ubicado en otra terraza, con un cenador cubierto por glicinias y una pradera de césped. Aquí se suelen servir los desayunos habitualmente pero como durante la semana solo estábamos hospedados nosotros, tuvieron el detalle de servirlos en nuestra terraza.
Si continuamos subiendo encontramos un pequeño huerto y un poco más allá comienza una zona boscosa llena de moreras, higueras, robles, pinos, olivos y otros árboles que no llegué a identificar. El camino finaliza arriba en una senda que discurre junto a un canal que abastece de agua a varias poblaciones y que en su día se utilizaba para regar los jardines mediante rudimentarios sistemas de riego que repartían el agua por el terreno mediante estrechas conducciones de piedra. Todavía existe en el lugar la antigua balsa de riego y los pequeños surcos empedrados que conducían el agua desde el canal a cada rincón de la finca.
Rosas, dondiegos, plumbagos, hibiscos, adelfas, diplademias, pelargonios, verbenas, tulbaghias, salvias, equináceas, lantanas, petunias, erigerón, agapantos, hortensias, alegrías de la casa, diversas suculentas…, un sinfín de plantas florecen en las terrazas de Il Monticello y yo me siento como si estuviera en el paraiso. No sabría decir qué parte de la casa o qué actividad me gustó más: los frescos paseos matutinos junto al canal, los desayunos en la terraza viendo salir el sol, el corto chapuzón en la piscina antes de asearnos para salir a conocer la zona, las cenas al anochecer delante de las cortinas de nuestros dormitorios …
Servidora con cara de recién levantada dispuesta a degustar un riquísimo desayuno con cruasanes croissants, pardon! :-), varios tipos de pan francés y mermeladas caseras elaboradas por nuestra anfitriona con frutos de la tierra: higos, moras y naranjas. Mi francés más que nulo es negativo.
Y tras el desayuno paseo junto al curso tranquilo y cristalino del canal, ¡qué agradable caminar a horas tempranas entre tanta vegetación y respirando el aire fresco de la mañana!
Tanto los jardines como la casa tienen ese aire francés sureño y mediterráneo que caracteriza la zona. Del interior, aunque no tengo fotos para compartir, os diré que está acorde con lo que aparece en estas imágenes: todo de estilo rústico pero con mucho encanto, con detalles muy personales y bellos que los propietarios cuidan con mimo para que la estancia de sus huéspedes sea lo más entrañable y placentera posible.
Os dejo las fotos que fui tomando durante los días que estuvimos allí, algunas mejores que otras porque igual las tomaba con la cámara que con el móvil. Son muchas, paciencia, pero son muy bonitas y la única manera de traerme aquel trocito de cielo a casa. Ojalá algún día pueda regresar de nuevo.
Espero que os hayan gustado estas fotos, en próximos posts os enseñaré los lugares que visitamos. Pero será poquito a poco, todavía tengo a los chicos de vacaciones y vamos volviendo a la rutina relajadamente.
Monica, me he quedado sin palabras que lugar tan bonito y especial, normal que se corra el riesgo de enamorarse de ese lugar, maravilloso como lo has contado y las fotos realmente bonitas. Un abrazo.
Un lugar encantador, muy relajante y precioso para pasar unos días de descanso, además de poder degustar los croisants y mermeladas caseras ¡qué bien lo has pasado, Mónica! y has hecho unas fotos preciosas.
Ya vamos volviendo todos, yo ya estoy de vuelta y me alegro mucho que hayas disfrutado tanto en tu viaje a la Provenza.
Muchos besos!
Raúl, Montse, gracias por pasaros y comentar. La verdad es que ha sido un viaje de ensueño del que tengo mucho que contar todavía.
Un abrazo!