Las sillas Adirondack son piezas icónica de mobiliario de exterior. Fueron diseñadas a principios del siglo XX por el estadounidense Thomas Lee en Westport, Nueva York. A pesar de sus más de 100 años de historia, el tiempo no ha conseguido que cayera en el olvido, más bien al contrario. Cada día que pasa se vuelve más popular y es que, además de tener ese aire vintage que tanto gusta en la actualidad, se trata de una silla realmente cómoda.
Parece ser que Thomas Lee deseaba una butaca muy confortable para el jardín de su casa de campo en Westport, a las orillas del lago Champlain. Desde allí se podían contemplar unas preciosas vistas del agua y, al fondo, una panorámica perfecta de la región montañosa de Adirondack. Según dicen, al no encontrar un sillón que le convenciera, Lee decidió construirlo él mismo, y creó varios prototipos hechos con unos cuantos listones de madera que obtuvo de un árbol de su finca.
Su propia familia fue la encargada de probarlos todos y elegir el mejor. Se trataba de diseños sencillos, hechos con tablones y bastante parecidos. Pero había uno con una suave inclinación del respaldo y unos amplios reposabrazos que resultaba especialmente cómodo para descansar y relajarse ante aquellas maravillosas vistas. Por fin había conseguido su anhelado sillón de jardín y lo nombró en honor a las montañas que contemplaría sentado en ella.
A Lee le gustaba la caza y solía salir con un carpintero local llamado Harry Bunnell al que le unía cierta amistad. Lee le mostró a Bunnell la silla y le animó a que la fabricara para los lugareños. A Bunnell le pareció muy interesante la idea y se puso manos a la obra.
Aquel mueble se convirtió en un éxito entre los vecinos, y Bunnell, sin comentarlo con Lee, solicitó la patente del diseño. El carpintero la llamó Westport Chair, y, durante varias décadas, las vendió de manera muy rentable. Lee nunca recibió ninguna de las ganancias de la exitosa decisión comercial de Bunnell, aunque tampoco hay evidencias de que las deseara. Lo cierto es que hay gente que le gusta polemizar sobre el tema y dicen que Bunnell le «robó» el diseño de las sillas adirondack de Lee.
Durante sus más de 110 años de historia, la silla adirondack ha sufrido muchas transformaciones. En el original, el respaldo era de una sola pieza, pero hoy en día se suelen hacer con varios listones consiguiendo darle cierta curvatura. Las más fieles al concepto primigenio se fabrican de madera, pero existen variaciones hechas con otros materiales. Las que yo tengo en mi jardín (desde hace muchos años) son de resina. Quizás no sean tan bonitas, pero resultan mucho más económicas y duraderas.
A pesar de las muchas adaptaciones que han soportado, las sillas Adirondack son inconfundibles y muy populares. En Norte América hacen furor, y cada día se utilizan más en Europa. Su éxito no tiene mucho misterio: son unas sillas de jardín simples, cómodas y sin pretensiones.
En la época en que se crearon las sillas adirondack, los típicos muebles de jardín de mimbre o de hierro forjado de estilo victoriano ya no resultaban funcionales ni acordes a la estética del momento. Con el movimiento Craftsman (el equivalente americano al Arts&Crafts inglés) en pleno apogeo, la gente prefería los muebles de madera maciza, artesanales y tallados a mano.
En nuestros días, las sillas adirondack son un emblema del ocio estival y evocadoras de la cálida brisa veraniega. Por experiencia propia puedo asegurar que tanto si tienes un jardín con vistas, como si no, estos sillones te proporcionarán mucha comodidad y descanso.
Hay muchísimas variedad de sillas adirondack: diferentes colores, materiales variados y formas distintas, aunque todas ellas con una base común. Incluso las hay pequeñas, para niños, o en formato mecedora. Son comodísimas, tanto como una tumbona o más, pero si eres de los que te gusta tener las piernas en alto, también hay reposapies específicos. En el mismo Amazon puedes encontrar infinidad de modelos, pero te dejo aquí una breve selección con las que más nos han gustado.
Esta entrada fue publicada el 31/octubre/2019
Realmente Mónica son unas sillas que no han pasado de moda si no más bien todo lo contrario como bien dices. Cada día están más de moda. Realmente son muy cómodas.
Un fuerte abrazo
Gracias por el comentario, Juan. Me alegra que coincidamos.
Un abrazo!
Para ser centenarias tienen un diseño muy actual ¡y tienen pinta de ser muy cómodas!
Muchos besos, Mónica.
Comodísimas, sin duda. Muchos besos a ti, Montse!
Yo llevo un tiempo pensando en comprar un par de ellas de madera pero no acabo de decidirme porque son algo caras y tendrían que quedar a la intemperie, pero esas de resina que tiene parece bastante cómodas también. No las he visto a la venta aquí en Asturias.
Saludos
Hola Jose Antonio. Si no este verano pasado, el anterior, yo las vi en la zona de terraza de Carrefour. No solo negras, también en otros colores. Aunque también puedo decirte que las oscuras son ideales. La suciedad no se incrusta como en otras. Y si lo hace, no se ve 🙂