Hoy os quiero llevar de paseo por un jardín botánico con especial significado para mi, es el jardín botánico de mi ciudad y tenerlo tan cerquita me ha hecho ver cómo ha pasado de ser un jardín descuidado y con aire abandono a un verdadero oasis en la ciudad.
Hace años no podía entender cómo un espacio que rebosaba vegetación y lleno de árboles centenarios parecía no interesarle a nadie. Era casi un solar olvidado en el centro de la ciudad, donde unos pocos operarios hacían todo lo posible por mantener con vida aquel tesoro vegetal.
Este jardín botánico siempre dependió de la Universidad de Valencia y fue fundado en 1567 para el estudio de las plantas, tanto de las utilizadas en medicina como de las agrícolas. Durante siglos fue cambiando de emplazamiento hasta que en 1802 llegó a su lugar definitivo, el Huerto de Tamoyeres, donde hoy en día ocupa más de 2,5 hectáreas de superficie.
En mi recuerdo perdura su historia más reciente, en la década de los 80 del pasado siglo parecía que su declive conducía a un punto sin retorno. Hacia 1987 se retomaron sus cuidados con interés y el jardín resurgió de lo que ya casi eran escombros para recuperarse por completo en la siguiente década y alcanzar un nuevo apogeo en el año 2000, con la inauguración del nuevo edificio de investigación que devolvió al jardín su razón de ser: la investigación y la divulgación.
El fin de siglo fueron años difíciles para el jardín cuando la sombra de la especulación estuvo a punto de instalarse sobre él. En 1995 y gracias a la sensibilidad de la ciudadanía se fundó el movimiento vecinal «Salvem El Botànic» para luchar contra el proyecto que pretendía construir tres edificios de 20 plantas de altura en un solar adyacente.
Y tras más de 400 años de historia, de idas y venidas, de momentos de gloria y de caídas, de lucha contra la especulación, parece que el Jardín Botánico de Valencia vuelve a estar en auge y hoy en día se ve así de bonito. Os dejo algunas imágenes para admirar su arquitectura, sus colecciones de plantas y su belleza en general.
Este árbol crecía en el lugar donde se construyó un nuevo acceso al jardín. El edificio se diseñó adaptando el plano para no eliminar el ejemplar.
La superficie del parque está atravesada por avenidas y caminos que separan diferentes grupos de plantas. Cada grupo tiene un cartel que describe lo que se cultiva allí y cada especie está debidamente identificada.
Uno de los muchos antiguos y grandes ejemplares que dan sombra al jardín.
La sombra fresca de las palmeras también se agradece en estas fechas.
La zona de plantas medicinales estaba bastante sobrecrecida y seca. Es septiembre y en estos meses de verano, en Valencia, las plantas sufren mucho el calor.
El Umbráculo proporciona sombra a multitud de plantas que de otro modo no podrían crecer aquí. En el centro hay una balsa que equilibra la humedad y también se utiliza para regar. Es el lugar ideal donde sentarse a mitad de paseo para descansar en un rincón fresco.
Hacia el fondo del jardín llegamos a la zona de los invernaderos. El invernadero tropical es el más grande e importante. Delante hay cuatro estufas más pequeñas dedicadas a las bromelias, los helechos, las orquídeas y las plantas carnívoras. Pese al calor de septiembre, dentro de estos espacios se mantiene constante la humedad y la temperatura, cosa que las plantas agradecen. Estaban preciosos.
Y si tras este paseo quieres continuar viendo otros jardines de mi ciudad, te aconsejo no perderte el Jardín del Turia: un río que se convirtió en jardín.
Es precioso, me encanta. La pena es que cuando he estado en Valencia, toda mi atención se la ha llevado la Ciudad de las Artes..je, je.
Un abrazo.
Precioso ese jardín botánico de Valencia, has tomado unas fotos muy bonitas ¡qué buen paseo ta has dado!
Un beso grande.
Gracias Montse, las fotos son preciosas…, pero no son mías. Son compartidas con licencia CC en flickr. Fotografiar los jardines de Valencia es algo que tengo pendiente.
Un beso!