Mientras muchos de los que vivimos en la España mediterránea anhelamos un jardín verde, húmedo y frondoso, hay una multitud que lo que desea es un patio sencillo, fresco y recogido en el que relajarse y disfrutar del exterior junto a su hogar. Los jardines de nuestra península son variados, en estructura y vegetación. En el norte de la península y las zonas montañosas es frecuente encontrar jardines al más puro estilo inglés o (ese que tanto gusta a todos) con grandes masas de plantas que crecen favorecidas por la humedad y la temperatura. Pero conforme nos acercamos a zonas más cálidas, el paisaje cambia y cambian los jardines. Los espacios frescos no son los que rodean la casa, sino el interior, aislado del aire caliente por muros de pierda, protegidos del sol por zaguanes o toldos, refrescados por la transpiración de las plantas o el chorro de agua de alguna fuente.
El origen de los patios en la Península Ibérica se remonta a la época de colonización griega del litoral mediterráneo, y su uso se extendió por el interior del territorio con los romanos. Las casas romanas se organizaban alrededor de estos espacios, abiertos al cielo y relativamente pequeños en dimensiones. Su función era proporcionar intimidad y servir de salón al aire libre donde las familias se reunían en verano.
Los patios eran indicadores del estatus social de cada familia. Había patios humildes, muy sencillos, y patios más ornamentados con puertas exteriores, interiores, ventanas y otros elementos arquitectónicos lujosos. Todos ellos proporcionaban un alto grado de privacidad protegiendo a sus propietarios de la atención no deseada de los vecinos y de la violencia que reinaba en las calles.
Los grandes beneficios del patio no eran sólo sociales, sino también ambientales. Sin tecnología ni grandes conocimientos científicos, los pueblos antiguos buscaron comodidad física usando los propios edificios como filtros para moderar el clima. Los patios totalmente cerrados protegían a los residentes del ruido y la suciedad de las calles adyacentes. Los densos y anchos muros exteriores limitaban el aumento de temperatura dentro de las casas. La vegetación y las fuentes refrescaban el aire, mientras zaguanes y soportales aceleraban el movimiento de este aire fresco a través de las habitaciones que los rodeaban. Los patios fueron originalmente, y siguen siendo, elementos arquitectónicos para refrigerar las casas.
A lo largo de los ocho siglos de historia de al-Andalus, el pueblo musulmán introdujo mejoras sustanciales en horticultura y dejó una profunda huella en nuestros jardines y patios. El patio andalusí es un espacio que invita al recogimiento y la contemplación, lleno de dibujos y fantasías acordes al arte islámico, repleto de flores, plantas aromáticas, árboles, surtidores, acequias y albercas. Hay quien considera el jardín hispanomusulmán el punto de partida de nuestra jardinería y, con razón o sin ella, muchos de nuestros patios mantienen la intención de convertir ese pequeño espacio a la intemperie en un paraíso terrenal.
Imágenes: alamy.com
Hola Monica, saluditos. Espero que estés disfrutando de tus vacaciones. Preciosa entrada. Un besin muy grande.
Hola Monica!!!! Una entrada maravillosa acompañada de fotos extraordinarias. Un abrazo
La cultura mediterranea diversa y con el hilo conductor de las grandes potencias de la antigüedad cala en nuestros días en cosas tan inimaginables como esto de los patios. Desde luego en la peninsula iberica hemos sabido recibir y mejorar ese legado jardinero y de aqui exportarlo a territorios que fueron parte del "imperio" a otros lugares del globo…
salduos