Se requieren años para que un jardín se complete y establezca, las plantas necesitan tiempo para crecer y mostrar su belleza. El transcurso de algunas décadas permitirán que se despliegue todo su potencial, la madurez le confiere al jardín un encanto muy especial. Pero cuando un jardín cuenta su edad en siglos, a la belleza y al encanto se le suman las historias vividas en él, y el misterio lo envuelve convirtiéndolo en un espacio absolutamente mágico. Así es el jardín del Pazo de Rivadulla, con cinco siglos de existencia que guarda multitud de leyendas, historias y secretos. No puedo ser yo quien los desvele porque poco sé de él, pero si tuviera ocasión no dudaría en perderme por sus caminos y convertirme, por unos instantes, en un verdadero miembro de la antigua nobleza gallega.
La historia del pazo se remonta al siglo XV cuando en Ortigueira tenía su residencia un noble apellidado Abraldes, quien como muchos otros señores gallegos defendía a Juana la Beltraneja en el enfrentamiento a su pariente Isabel por la corona de Castilla. Dice la historia que los Reyes Católicos, para reprender al noble por su deslealtad, mandaron humillarlo destruyendo la torre de su casa. Tras la afrenta, Abraldes abandonó su hogar y nunca regresó. Algunos años más tarde, el clérigo Juan Ibañez de Mondragón llegó a la diócesis de Santiago. Ibáñez de Mondragón, un hombre influyente y acaudalado de Guipúzcua, decidió establecerse en Compostela y compró, para su persona, la casa de Ortigueira.
El Pazo de Santa Cruz comenzó a tomar forma. Se amplió la finca comprando terrenos colindantes y se amuralló. Se construyó un palomar y se plantaron huertos. Después se añadieron viñedos, olivos, tilos, robles, castaños y otros arbustos. Los herederos del clérigo continuaron engrandeciendo el pazo adquiriendo nuevas tierras y ganado. En 1681, bajo el reinado de Carlos II, un descendiente de la familia Mondragón recibe el título de Marques de Santa Cruz de Rivadulla. Eran tiempos del Barroco y la expresión artística dominante en aquella época, junto a influencias renacentistas, es la que todavía se respira por todos los rincones del palacio; tanto en los blasones de la fachada y las balconadas del edificio, como en las fuentes y bancos de piedra de los jardines.
Los jardines del Pazo de Rivadulla son absolutamente espectaculares y un gran atractivo de la propiedad, que cuenta con muchos otros. La finca de Ortigueira se dividió en tiempos del primer marqués en tres zonas principales: terrenos de monte, tierras de cultivo y una zona junto a la casa, reservada para el disfrute personal de la familia, con jardines y huerta. Por el lugar han pasado grandes familias y no es de extrañar que Jovellanos, el escritor y político ilustrado español, eligiera las avenidas de este parque para pasear y meditar entre árboles ya por entonces centenarios.
En el siglo XIX , Iván Armada y Fernández de Córdoba (VII Marqués de Rivadulla) incrementó considerablemente la colección de plantas, especialmente las camelias. En sus manuscritos relata que plantó varios ejemplares nuevos de camelias junto a otras más viejas, que ya medían 7 metros de altura. Esto nos da una idea de la edad de los arbustos de camelia que hay por todo el jardín.
La extraordinaria diversidad y riqueza en flora ornamental y el valor botánico y paisajístico hace que este lugar sea uno de los jardines más fascinantes de Galicia. Entre la colección de árboles monumentales que encontraremos en su trazado destacan el boj (Buxus sempervirens), los olivos (Olea europaea), los magnolios (Magnolia grandiflora), los helechos australianos (Dicksonia antarctica), el ombú (Phytolacca dioica), los tulipaneros de Virginia (Liriodendron tulipifera), los robles (Quercus Robur var. Fastigiata), las palmeras (Washingtonia robusta), ruibarbos (Gunnera manicata), rododendros (Rhododendron) y un viejo naranjo (Citrus sinensis) que recuerda las antiguas plantaciones de cítricos que hubo en la finca.
El paseo de los olivos de Ortigueira está considerado uno de los más espectaculares del mundo y no es para menos, el sendero ofrece un paseo fabuloso bajo la protección de ramas centenarias. El cultivo de los olivos en la finca tenía antaño propósitos productivos. De las olivas se extraía el aceite en una almazara con rueda de granito que se construyó en los terrenos del pazo. La producción de aceite cesó en el siglo XX pero todavía se conserva el viejo molino.
Las vides emparradas sobre columnas de granito, en el paseo de la pérgola, permanecen como testigos del tiempo en que el viñedo era otro cultivo importante. En los lagares se elaboraba vino del Ulla, blanco y tinto, que envejecía en la propia bodega dentro de barricas de roble y castaño.
En la actualidad el Pazo de Rivadulla es una propiedad privada con vivero dedicado al cultivo y venta de plantas de camelia. Los jardines se pueden visitar de forma gratuita o pagando una entrada, según el día y horario. Especialmente interesante es la visita guiada, ya que siempre es más sugerente y enriquecedor recorrer el pazo de la mano de alguien que conoce en profundidad el lugar.
Toda la información la encontraréis en la web: Pazo de Rivadulla. De allí son las fotografías que ilustran este artículo y en el mismo lugar podréis encontrar mucha más información de este bello espacio de ensoñación.
Hola Monica, que bonito lugar, el verde es espectacular y las fotos también. Muchas gracias por compartir. Un besin enorme.
Un lugar bello y lleno de secretos que nunca sabremos,..me encanta cuando nos descubres lugares como este. Muchas gracias.