Le Moulin de la Tuilerie fue la residencia de descanso de Edward, Duque de Windsor, y su esposa. Seguro que conocéis su historia de amor, aquella que en 1936 llevó Eduardo VIII a renunciar al trono Británico para poder casarse con Wallis Simpson, una estadounidense divorciada a la que el gobierno no aceptaba y que podría haber puesto en peligro la monarquía del país.
De antiguo molino a residencia campestre del que pudiendo ser rey, renunció al trono por amor
Después de la Segunda Guerra Mundial los Windsor se establecieron en Francia. Su principal residencia era una lujosa mansión en París, pero en 1952 compraron esta propiedad en Gif-sur-Yvette donde se retiraban los fines de semana a descansar. El lugar tenía una larga historia detrás de sí, se piensa que en el lugar ya existía un molino en el siglo XVI aunque el el reloj de sol que hay sobre la puerta principal data la construcción del edificio actual en 1734.
El molino pertencía al pintor Adrien Étienne, amigo personal de los duques, cuando Edward y Wallys deciden arrendarlo durante un año completo en 1951. Fue tanto lo que el duque llegó a amar el lugar que en 1952 lo compraron y solo se vendió tras su muerte en 1972.
Edward estaba obsesionado con el jardín y el icónico paisajista inglés Russell Page se encargó del diseño en el que el propio Duque plantó borduras de delphiniums gigantes y alhelies rosas. Estos macizos no existen en la actualidad, pero el esqueleto del diseño de Page queda todavía patente en la añeja glicinia de la entrada, la hiedra de Boston sobre la fachada y los viejos arbustos boj recortados que enmarcan la entrada.
Fotografía: Steve Brown
Me encanta estos preciosos lugares que nos muestras, me lo podían dejar por un parde meses,…que bien me sentaráía ahí. Un abrazo
Un rincón absolutamente sostenible, que diría su sobrino nieto Charles, jjj
No me extyraña que se lo quedaran. Un paisaje tan bonito alrededor de un molino.
Siempre los he tenido como algo mágico. Unos amigos de la familia política tienen uno en un pueblecito de Llanes y continuan la tradición de la carpinteria. No puede haber nada más bonito que construir con la acción del agua o moler tus alimentos. Por allí pasan los escolares y los turistas que se quedan encantados.