Antes de aparecer el turismo moderno, asequible y accesible para las clases menos privilegiadas, los jóvenes aristócratas (sobre todo los británicos) realizaban lo que se denomina el «Grand Tour», un viaje educativo y de esparcimiento previo a la edad adulta y al matrimonio. La travesía podía durar desde varios meses a varios años, según la riqueza de la familia; y siempre incluía una visita a París, por aquel entonces centro cultural de Europa, y otra a Italia, para estudiar a los clásicos.
En ocasiones me gusta entretenerme desde esta pequeña ventana realizando un Grand Tour virtual. Al igual que a los antiguos británicos, me gusta acercarme a Francia y a Italia para observar paisajes y parajes bonitos, e indagar en la historia de todos parajes pintorescos que descubro. Me encanta descubrir detalles y curiosidades: desde cómo eran los primeros huertos medicinales, hasta cómo se extraía la esencia de las flores en la antigüedad. Me fascina todo lo relacionado con los jardines y la historia.
En el apartado «Jardines del mundo» encontraréis muchas de las historias que he ido recopilando y a la que hoy voy a incorporar una más. Nos vamos de escapada a Normandía, Francia, hasta el bello Chateau de Courtomer. Este palacio, inspirado por la grandeza y la belleza del Palacio de Versalles, fue construido para reflejar un ideal atemporal de nobleza y elegancia. Está ubicado en un apacible valle verde cercano a París, rodeado de extensos jardines y tierras de cultivo.
Un poco de historia
El imponente Chateau de Courtomer se edificó en el siglo XVIII sobre las ruinas de un castillo medieval del que se conservan todavía las bodegas. A causa de la Revolución Francesa, la construcción estuvo paralizada unos años, hasta que se reanudó y pudo finalizarse. Tanto el viejo castillo como el nuevo, fueron durante muchas generaciones propiedad de la familia Saint-Simon, primero barones y luego marqueses de Courtomer.
Courtomer es una de las últimos grandes mansiones familiares construidas en Francia y es la muestra del estilo de vida que terminó en 1793 con la ejecución de Luis XVI. Con las revueltas campesinas del «Grande Peur», el Barón de Courtomer y su familia escaparon de un destino similar al de su monarca abandonando la propiedad. Regresaron al castillo en 1794 para continuar con su trabajo y finalizar el diseño interior, pero, tan solo cinco años más, tarde fue saqueado. Con el ascenso al poder de Napoleón, Antoine de Saint-Simon pudo volver a su lujoso hogar.
La familia Saint-Simon fueron grandes aficionados a la literatura y la música durante el siglo XIX, y en el palacio se rodeaban de los más célebres artistas franceses de la época: Châteaubriand, Chopin, Balzac, Victor Hugo, etc. La heredera del último Marqués de Courtomer se casó con el Marqués de Custine, Astolphe Louis-Leonor, también escritor. En 1905, la propiedad pasó a manos de la vizcondesa de Brimont, pariente lejano de la familia, y cien años más tarde, en 2005, fue comprada por los actuales propietarios estadounidenses, que lo han restaurado y actualizado para ofrecer hospedaje y celebrar de eventos.
El jardín
En Francia, en los años previos a la Revolución, hacía furor el estilo de jardín inglés. En Inglaterra, el paisaje natural hacía mucho tiempo que había reemplazado los jardines de nudos, la topiaria recortada y los árboles perfectamente alineados de la época Tudor. Los jardineros como Capability Brown, que trabajaron durante la segunda mitad del XVIII para los grandes aristócratas de Inglaterra, crearon lagos, laderas, colinas y perfectas arboledas con la ayuda de cientos de trabajadores que empuñan palas y empujaban carretillas. Era una naturaleza mejorada por el ojo y la mano del hombre.
Al igual que la Revolución en sí misma, el nuevo ideal de jardín fue un derrocamiento del antiguo régimen, de su inflexible «jardín à la française» con avenidas y senderos bordeados por rígidas hileras de árboles y parterres dispuestos en complejos diseños geométricos o en espirales inspiradas por los bordados de la época. El jardín francés, que dominaba la naturaleza de forma severa, estaba asociado con la monarquía, especialmente con el absolutismo autoritario de Luis XIV. Su jardinero principal, Le Nôtre, desarrolló el último «jardin à la française» en el Palacio de Versalles. Aunque lo cierto es que fue imitado en toda Europa durante el siguiente siglo.
En 1864, los árboles que habían sido plantados por los marqueses de Courtomer en los primeros años del siglo XIX estaban alcanzando su madurez. Sus formas sutiles, sobre la pradera verde frente al castillo, formaron un «parc à l’anglaise», un genuino parque inglés. Las arboledas de tilos y sicomoros, castaños y plátanos de sombra, el césped ondulado y el encantador arroyo que atraviesa la propiedad crearon el aspecto «natural».
Algunos años después de la Revolución, el furor del parque inglés se enfrió notablemente en Francia. Invadidos por la nostalgia de sus antiguas tradiciones perdidas, los franceses retoman el estilo de jardinería propio y vuelven a los diseños que tratan sobre la belleza del orden y simetría. Así sucedió en el Chateau de Courtomer y, hoy en día, los terrenos del palacio muestran los sucesivos estilos de jardinería de muchos siglos de propiedad familiar.
Los actuales propietarios han tomado el relevo y cuidan con cariño el legado de los Courtomer. Podan cuidadosamente las hileras ordenadas de tilos y reemplazan los árboles perdidos para mantener la estructura original del parque. En el bosque de Courtomer crecen también coníferas (pino silvestre, cedro del Atlas y alerce) y especímenes exóticos (Davidia y Magnolio) plantados desde el siglo XVI, cuando los exploradores europeos comenzaron a traer especies raras de Asia y las Américas.
También hay especies más recientes plantadas por los actuales propietarios, como pequeños árboles y arbustos (hortensias y viburnos, cornejos y cercis) que añaden color en primavera y otoño a las praderas de césped. Se ha replantado el parterre de rosas rojas a lo largo del foso con una variedad que florece durante todo el verano. Fragantes rosas francesas y glicinias se encaraman sobre las paredes de la orangerie y los muros de la granja. Una bordura mixta rodea el estanque del jardín amurallado. Delante de la granja se extiende un pequeño huerto de manzanas de sidra, tradicionales de Normandía, y algunos limoneros, en grandes macetones, que esparcen su delicioso perfume en el aire del verano y pasan el invierno en la orangerie.
Me encanta ese paseo en invierno, con el suelo lleno de hojas caídas y la neblina que te fuerza a adivinar qué hay más allá. También me gustan las puertas francesas de la orangerie que dejan pasar la luz del sol a través de sus cristales. Y la granja, las vacas y las gallinas. Los dormitorios serenos, que poco tienen que ver con nuestro tema, pero no he podido evitar incluir.
Espero que te guste tanto como a mi. Ya me dirás.
Fotografías y más información: chateaudecourtomer
Precioso reportaje en lectura y fotos, me ha encantado Mónica.
Un fuerte abrazo
Con el calor que estamos pasando da gusto contemplar estos jardines envueltos en la niebla y con un respiro de primavera. Has hecho un buen repaso a la historia de la jardinería.
Saludos
Un placer ver este palacio y los jardines, todo envuelto en paz y armonía ¡un lugar ideal para descansar!
Gracias, Mónica, por mostrarnos estos lugares tan encantadores.
Besitos.
como se tenia que vivir esos chateaus!!! antes y ahora jejejej lujo del buen vivir frances