Esta imponente verja metálica es hoy en día uno de los símbolos de la ciudad de San Peterburgo y testigo de los años de hegemonía de la Rusia Imperial. En su interior se conserva uno de los tesoros de la ciudad, el Jardín de Verano construido por el zar Pedro I que fue erigido a la vez que se creaba la capital rusa desde la que los zares regían el destino de su pueblo.
Pedro I fue el quinto zar de la extravagante y poderosa Dinastía Románov y uno de los más destacados gobernantes de la historia de Rusia. Gobernó el país desde 1682 hasta su muerte, en 1727 y llevó a cabo la modernización del país, influido por las costumbres occidentales. Por ello y por su increíble altura para la época, fue apodado Pedro el Grande. En 1697, el joven zar emprendió un viaje por Europa, una travesía que duraría dos años y que serviría al monarca para llevar a Rusia las distinguidas formas europeas. Gobernaba su país con puño de hierro y no escatimó recursos para modernizar y reformar el orden existente en la civilización rusa.
La elegancia de los boyardos, aquellos aristócratas rusos de largas barbas y grandes caftanes, distaba mucho de la que lucían los nobles europeos, con rostros afeitados y pelucas empolvadas, que tanto admiraba el joven Pedro. Dicen que en asambleas, celebraciones y fiestas, él mismo cortaba barbas y vestimentas, cosa a la que los rusos no oponían resistencia pues bien sabían que su zar también era capaz de cortar cabezas.
Desde Holanda, el zar introdujo en su país alimentos que le parecieron de gran utilidad para su pueblo campesino y que previamente habían seducido a los europeos: el girasol y la patata, llegados a Europa desde América un siglo antes. También introdujo la imprenta en su país, el primer periódico ruso se imprimió bajo su mandato. Incluso cambió el calendario vigente en Rusia, el antiguo calendario hebreo de la Biblia, por el europeo. A la vuelta de aquel inspirador viaje del innovador zar, el 19 de diciembre de 7208 se transformó en el 1 de enero de 1700. ¡Menudo cambio!
Tres años más tarde y fiel a sus intenciones aperturistas, Pedro fundó la ciudad de San Petersburgo, a orillas del río Neva, como «ventana de Rusia hacia el mundo occidental». La convirtió en capital del estado y trasladó allí su ya refinada corte. Esta capital se mantendría durante los más de doscientos años siguientes, a excepción de los tres en que reinó su nieto Pedro II, fanático de la caza que se volvió con toda la corte a Moscú para disfrutar de su pasatiempo favorito.
Pero volvamos a los hechos de Pedro el Grande, porque él de manera directa fue el artífice de uno de los parques más famosos de San Petersburgo: el Jardín de Verano, diseñado por el zar y su médico de cabecera, Nicolaas Bidloo, junto al pequeño Palacio de Verano. La casa (más palacete que palacio) con solo 14 habitaciones, es mucho más austero que otros palacios imperiales rusos, pero no está exento de encanto. Ubicado en un extremo del jardín, es una pequeña casa de estilo holandés con colores vivos y ventanas con marcos dorados decoradas con plomo.
La construcción del jardín comenzó simultáneamente con la fundación de la ciudad, Pedro I ordenó traer toda clase de plantas, árboles y semillas para el proyecto, tanto de Rusia como de otros países de Europa. También lo decoró con esculturas y columnas, al más puro estilo europeo e intentando asemejarse al Versalles francés. En 1713 el parque estaba completamente terminado y contaba con 70 fuentes, unas 250 esculturas, senderos, laberintos, pabellones, un palomar y una gruta.
El zar sentía un gran interés por la ingeniería, la arquitectura y la construcción naval. En el parque, lindante con el río Neva, mandó construir un pequeño puerto y comenzó a trazar un sofisticado sistema de tuberías para abastecer de agua las fuentes del jardín y la vivienda.
El trazado del parque es una secuencia de parterres formando paseos y terrazas en las que el zar, quien habitaba el palacio de mayo a octubre, celebraba reuniones de carácter político durante el día y grandes fiestas nocturnas con banquetes, bailes y fuegos artificiales.
El diseño del jardín es simple, tres callejones paralelos trazados desde el Neva hacia el extremo opuesto atravesados por paseos perpendiculares formando una sucesión de parterres. Los ríos Neva y Fontanka son el límite natural del jardín al norte y al este. Al oeste y al sur, el jardín está delimitado por canales artificiales: el Surco del Cisne y otro canal menor. En el sur del jardín se encuentran los edificios de la granja y un huerto.
De acuerdo con las reglas de la jardinería elegante de la época, los paseos del Jardín de Verano estaban bordeados con celosías y arbustos perfectamente recortados formando muros verdes, decorados con estatuas de mármol y bustos traídos de Italia. En el centro del jardín había una fuente con surtidor único, decorada con una escultura. La zona más elegante era el «parterre francés» con esculturas doradas, una cascada y borduras llenas de flores.
El apogeo que vivió el jardín durante la segunda mitad del siglo XVIII se convirtió gradualmente en cosa del pasado. Europa se dejó llevar por los parques paisajísticos y los antiguos jardines formales pasaron de moda. El destino del Jardín de Verano se vio agravado por la devastadora inundación de 1777, en la que tanto el trazado como las estatuas y fuentes que lo decoraban se vieron gravemente afectados. Catalina II ordenó restaurar la plantación y desmantelar las fuentes.
A principios del siglo XIX el jardín perdió muchas de las estatuas y todos los vestigios de su antiguo esplendor. Los zares no tenían especial interés en esta residencia de verano, pequeña y pueril comparada con sus otros palacios. Bajo la dirección del emperador Nicolás I, el Jardín de Verano se conviertió en un lugar favorito para los paseos de los ciudadanos y continuó su desarrollo como un jardín público para la ciudad. La gruta se convirtió en cafetería y se construyó una casa de té de madera. Las imágenes evidencian lo bonito que se conserva hoy en día.
Sin duda es un bonito lugar para visitar si tu destino te lleva tan lejos estas vacaciones. ¿verdad?
Fotografías: peterburg
Me encantaría verlo. Saludos y feliz agosto.
Feliz agosto, Teresa.
Un abrazo
Muy interesante la narración de un retazo de la historia de Rusia a Treves de un jardín.
Saludos
Gracias Jose Antonio. La Historia me fascina y los jardines guardan mucho de ella.
Saludos
Precioso y bien documentado reportaje Monica.
Que tengas un buen mes de agosto.
Un fuerte abrazo
Igualmente, Juan. A protegerse del calor!
Un abrazo
El jardín de Peterhof y las fuentes son realmente espectaculares. Quizás te faltaría alguna imagen de la zona de la gran cascada y el eje principal.