El mundo se está urbanizando más rápido que nunca, y las ciudades crecen a un ritmo aún cada día mayor. Los grandes núcleos urbanos contribuyen al crecimiento económico mundial, pero también son impulsores de la degradación ambiental. Consumen el 80 % de la energía mundial, producen el 70 % de las emisiones de gases de efecto invernadero, generan enormes cantidades de desechos y contaminación, e invaden los hábitats naturales. ¿Y si la expansión urbana generara buenas condiciones de vida y promoviera la biodiversidad en lugar de amenazarla? Eso es lo que propone la Green city o «ciudad verde», un cambio evolutivo hacia ciudades compactas, con bajas emisiones de carbono, resilientes e inclusivas.
Green city, un cambio a ciudades más verdes y comprometidas
La necesidad de un cambio es evidente. Parece que hay buenas intenciones: los gobiernos las aprueban, se realizan ferias y eventos, se fundan organizaciones con ésta finalidad, etc. Pero no acabo de imaginar cómo serán las ciudades en el futuro. Dicen los expertos que las ciudades siempre han sido organismos adaptables y que, de hecho, están diseñados para cambiar. Desde los primeros asentamientos agrícolas hasta las bulliciosas metrópolis actuales, las ciudades se han convertido en lugares más eficientes, habitables y accesibles a través de los siglos. ¿Podremos utilizar esta capacidad de adaptación para crear un nuevo modelo urbano?¿Queremos realmente hacerlo?
Puedo cerrar los ojos e idear una ciudad con praderas silvestres llenas de color, donde hay menos zonas asfaltadas y más espacios verdes para que las personas caminen. Con vías para bicicletas bien trazadas y ordenadas que fomenten el ciclismo. Con muchos sitios para sentarse y vegetación abundante para el bienestar humano y el de la vida silvestre. Una ciudad que gestione mejor las aguas superficiales, permitiendo que la tierra la absorba en vez de dejarla escapar por sumideros y alcantarillas. Un suelo permeable que filtre la lluvia evitando que muchos contaminantes lleguen directamente a los ríos, y las plantas, con su ciclo biológico, descomponga las sustancias dañinas para el medio ambiente.
El centro de la ciudad contaría con instalaciones para fomentar la proliferación de los insectos cuyo efecto es positivo para el ecosistema. Esculturas que sirvieran de «hotel» para mariquitas, crisopas, abejas y avispas. Las abejas y avispas solitarias no forman colmenas y no suelen picar, pero su papel ecológico es vital. Las abejas solitarias son productivas polinizadoras y las avispas solitarias grandes depredadoras de los insectos herbívoros. La labor de las crisopas tampoco es desdeñable, actuando como controladores naturales de plagas y devorando enormes cantidades de pulgones.
El paisaje urbano de la Green city
Los suelos urbanos reciclados, aún con su baja fertilidad, son ideales para las especies tolerantes a la sequía que soportan suelos baldíos con buen drenaje. Un paisaje urbano rico en flores es ideal para estos insectos que dependen del polen y el néctar. Las flores son esenciales para la supervivencia de abejas, mariposas, abejorros y otros insectos de los que depende casi toda nuestra cadena alimentaria.
Integrar la naturaleza en la ciudad, fomentar la biodiversidad, mejorar la conexión entre el centro de la ciudad y los entornos naturales contiguos. Así se crea una ciudad verde. La diversidad biológica es esencial para nuestra forma de vida. Las plantas, las aves, los insectos y las personas de una Green city se apoyan unos a otros para prosperar.
La ciudad verde es un proyecto que depende de todos
La colaboración es clave para conseguir una ciudad sostenible y próspera. El éxito supone un esfuerzo conjunto de todos: administración, universidades, empresas, pequeñas comunidades y cada uno de los ciudadanos. Una urbe que se distingue por su entorno verde y atractivo también es un incentivo para la inversión económica, y supone un hermoso lugar para vivir, trabajar y jugar. Quizás (¡ojalá!) algún día todas las ciudades sean así.