Les Rumbs, en Granville (Francia), fue la casa familiar de Christian Dior, una villa francesa con un bello jardín y unas vistas impresionantes con el mar de fondo. Aquí se crió y educó de la mano de una madre apasionada por la jardinería que le transmitió los conocimientos y la sensibilidad por todo lo concerniente a las plantas y las flores. Además de la teoría que aprendía en los libros, muy pronto empezó a ensuciarse las manos y a diseñar proyectos que enriquecieran la creación botánica de su madre. Su primer trabajo fue la construcción de una pérgola con rosales trepadores para sombrear el paseo junto al acantilado.
Qué tendrán las flores que a todos nos entusiasman
Granville, los orígenes de Dior como jardinero
En este jardín, de estilo normando, los perfumes, los colores, las delicadas formas de los pétalos y el movimiento de las hojas mecidas por el viento agudizaban los sentidos del modisto, inspirando las formas y el colorido que más tarde incorporaría a sus creaciones para perfumar y vestir siluetas femeninas. El clima costero era todo un reto, pero dentro de los muros de Les Rumbs, Christian era el jardinero que contentaba todos los deseos de Madeleine Dior y allí, madre e hijo, plantaron un jardín de frondosa vegetación con espinos, heliotropos, wisterias, resedas y por supuesto, rosas. Un jardín reconfortante, alegre, colorido, refrescante y muy perfumado.
La exuberante vegetación sería una fuente inagotable de inspiración para sus creaciones, todos sus grandes diseños nacen de su fantástica parcela de tierra: las faldas corola, los modelos tulipán, el muguet cosido en los forros de los vestidos (para que le dieran suerte), prendidos en los ojales o encerrado en un frasco de Diorissimo mientras la delicada ánfora de Miss Dior atesoraba la esencia de la rosa, la gardenia, la salvia y el musgo de roble. En su paleta de colores no faltan las alusiones florales: el rojo de la amapola, el amarillo del narciso, el naranja de la capuchina, el rosa de la peonia, el azul del nomeolvides y el verde de la hierba.
Su intensa pasión por las flores se refleja en todas las facetas de su vida, hasta en el último detalle. Así pues, cuando llegó el momento de su primer desfile de alta costura –Corolle– en 1947, la decoración floral adornaba el evento. Periodistas, compradores, celebridades y amigos fueron recibidos en la entrada por palmeras. En el interior, las modelos desfilaban entre delphiniums azules, guisantes de olor con flores rosa y el aroma de su adorado muguet flotando en el aire.
El arte de cultivar jardines
Sobre todas las flores, la rosa era su favorita: una flor de variedades infinitas, el símbolo de su casa en Granville, el recuerdo del jardín en el que invirtió tanta energía y del que tanto aprendió. Sus perfumes, sus colores, las diversas formas de sus pétalos: la rosa lo encierra todo. Después de la alta costura, su actividad favorita era regresar cada semana a la tierra. Lejos del ajetreo parisino, la celebridad y el éxito, encontraba refugio y descanso en los jardines de su casa de campo.
Le Moulin du Coudret en Milly-la-Forêt, fue la primera casa de su propiedad, un retiro campestre cercano a París. Cuando llegaba a ella lo primero que hacía era quitarse su elegante traje gris de rayas y ponerse su atuendo favorito, el de jardinero. Con botas de goma, jersey y gorro se dedicaba a rastrillar la tierra, cuidar las plantar, regar y recoger frambuesas con las que destilaba su licor favorito. En sus memorias, Dior habla con entusiasmo de su jardín, que por supuesto le recordaba al de su madre en Granville.
«A pesar de su tamaño, quería que fuera tan sencillo y modesto como los pequeños jardines que bordeaban los caminos de mi querida Normandía … siempre lo recuerdo con ternura y maravillado, mi estilo le debe casi todo a su ubicación y su arquitectura.«
Colle Noire, en Provenza, fue su último jardín
En 1955 se trasladó a la región de la Provenza, adquiriendo el castillo Colle Noire en Montaroux, cerca de Grasse. El modisto insufló nueva vida a una propiedad en estado ruinoso renovando el viejo edificio, recuperando los campos de vides que lo rodeaban y replantando cipreses, jazmines, glicinias, mimosas y rosas, grandes extensiones de rosas. En el interior de la casa las flores también están presentes en cortinas, manteles y tapicería. El deseaba vivir sus últimos años en este paraíso floral «aquí puedo volver a mis raíces y descubrir, en otro clima, el jardín familiar y protector de mi niñez … puedo vivir en paz, olvidar a Christian Dior y ser Christian de nuevo«.
Christian Dior falleció dos años más tarde, pero todavía hoy su historia y la firma Dior siguen ligadas al jardín y las flores, como tributo al diseñador que supo capturar toda los matices y la sutileza de la naturaleza en sus creaciones.
Fuente: La maison Dior
Monica!!! Me quito el sombrero, sencillamente me ha encantado tu articulo. A mi me pones jardines e historia y me pueden pasar horas de lo agusto que estoy.
Desde siempre la naturaleza ha inspirado y estimulado a los creadores… articulo muy interesante. un saludo