En 1923 una dulce niña y su atractiva madre vivían una vida acomodada y feliz en Grey Garden, una fabulosa propiedad que Phelan Bealer, abogado y financiero neoyorkino, había comprado frente al océano Atlántico como residencia familiar. Es difícil entender cómo Edith Beale y su hija Edith Bouvier Beale «la pequeña Edie» terminaron como las mujeres solitarias y excéntricas que fueron, viviendo una vida extravagante en esta lujosa mansión.
Hay muchos libros y reportajes que narran sus vidas. En 2009 Jessica Lange y Drew Barrimore protagonizaron una película sobre su historia, estrechamente relacionada con la de Jacqueline Bouvier, sobrina y prima de las Beale. Sí, aquella Jacqueline que primero fuera mujer del presidente de EEUU y después esposa de un riquísimo armador griego. Como ves, lujo y glamour están servidos. Pero comencemos la historia por el principio.
En el Nueva York de finales del siglo XIX, no había familia adinerada en Manhattan que no deseara veranear en Los Hamptons, el conjunto de pueblos y aldeas de la costa que, desde 1640, había sido habitado por colonos ingleses. En una época en que la ciudad estaba creciendo desmesuradamente, los pueblos junto al mar conservaban sus orígenes agrícolas y pesqueros, envueltos en el atractivo colonial de sus edificios. Al construirse la línea ferroviaria que unió la ciudad con el mar, la zona se popularizó y se puso de moda, pero con unos precios que solo las clases altas podían permitirse (y así sigue siendo hoy).
En 1895, John S. Bagg, un magnate del periodismo, compró 16.000 metros cuadrados de terreno en Long Island, para que su hija, Margaret Bagg Phillips, y su esposo construyeran una casa. A pesar de que la pareja deseaba construir de inmediato, la historia de esta mansión comenzaba con mal pie y la edificación se demoró varios años: primero cuando salió a la luz que el terreno estaba embargado por el gobierno y más tarde cuando, tras la muerte del Sr. Phillips, en 1901, el cuñado de Margaret la acusaba de haberlo envenenado. Margaret tuvo que demostrar su inocencia ante los tribunales y cuando finalmente quedó libre de la acusación, pudo construir su casa.
Pocos fueron los años que la viuda conservó la propiedad que tantos problemas le causó y parece que poca ilusión puso en ella, pues cuando la vendió no había jardín alguno en sus terrenos, poco más que un extenso prado de hierba y plantas trepando por la fachada de la casa.
En 1913 la finca fue comprada por Robert C. Hill, presidente de una importante compañía gas y carbón estadounidense. Su esposa, Anna Gilman, adoraba la jardinera y fue la artífice del precioso jardín que rodea la mansión. Dicen que mandó construir las paredes que protegen el jardín central con muros de cemento importado de España (que curioso, ¿no?) y contrató a una célebre paisajista de la época, Ruth Bramley Dean, para diseñar el espacio.
Anna y Ruth trabajaron juntas en la plantación del jardín, protegido de los vientos marinos y el salitre por el exótico muro. Escogieron variedades con flores de color pálido: lavanda, phlox, delphinum, nepeta, stachys y rosales trepadores, una gama suave que acompañaba al delicado paisaje marino. Muchos años después, cuando ya era jardinera consagrada, Anna escribió un libro de jardinería que alcanzó notable éxito en su país: «Forty years of gardening» («Cuarenta años de jardinería»). En sus textos describía su propio jardín: «Realmente era un jardín gris… El gris suave de las dunas de arena, las paredes de cemento y la neblina del mar nos dieron nuestro esquema de colores, así como nuestro nombre».
Fotografías (coloreadas a mano) del jardín a principios del siglo XX (enclosuretakerefuge)
Phelan y Edith Beale compraron la casa en los años 20, cuando la pequeña Edie tenía algo más de 6 años de edad. Aquí crecieron ella y sus dos hermanos menores viviendo entre la alta sociedad, asistiendo a bailes de debutantes, rodeada de joyas caras y glamour. Aunque disfrutaban de un jardín exuberante y bien cuidado, no eran aficionados a la jardinería y nunca se implicaron en su cuidado.
La pequeña Edie era considerada la belleza de la familia, más incluso que sus primas Jacqueline y Lee Bouvier, sus aspiraciones se centraban en el mundo del espectáculo y los desfiles de moda. Su madre, ex actriz y cantante de cabaret, dejó su profesión para casarse con su padre y alimentaba las aspiraciones artísticas de su hija. Los chicos, como correspondía a una familia pudiente, cursaron estudios universitarios y se forjaron un porvenir que les ayudaría a sobreponerse cuando la familia se destruyó.
Phelan abandonó a su esposa en 1934 dejándole la propiedad de Grey Gardens y la manutención de sus hijos. Con el tiempo el hogar cayó en la ruina, Edith no tenía medios, ni financieros ni físicos, para mantener la ominosa finca. El jardín se volvió indómito y sobrecrecido, las plantas cubrieron los muros y las estructuras del jardín convirtiéndolo en una auténtica jungla. El estado de la residencia siguió los pasos decadentes del jardín: entre techos y paredes desconchados vivían las dos mujeres junto a docenas de gatos y mapaches que alimentaban, pero sin mantener una mínima higiene.
biography.com y hookedonhouses.net
El estado de Grey Gardens llegó a ser tan insalubre que los vecinos denunciaron a sus propietarias. Gracias a la ayuda económica de su prima, Jackie, por entonces esposa de Onassis, la casa se recompuso, pero la dejadez de la excéntricas parientes la llevó de nuevo al estado desastroso anterior. Cuando una mujer influyente como Jacqueline entra en escena, los medios se interesan por la rocambolesca historia y la historia sale a la luz. Un reportaje de 1972 muestra la vida de madre e hija, como dos mujeres frustradas atrapadas en su mundo de fantástico.
Réplica de la casa construida en Canadá para filmar la película sobre la vida de las Bouvier (HBO)
Edie madre murió en 1977 y la pequeña Edie (con 60 años por entonces) puso la propiedad a la venta. A Edie le angustiaba la idea de que la casa fuese demolida, cosa que la mayoría de compradores, comprensiblemente, querían hacer. Ella se negó a vender bajo esas circunstancias y puso como condición a quien la quisiera comprar el compromiso de restaurar la mansión y para que recuperase su antigua gloria.
Pasaron dos años y por fin apareció una pareja que prometió cumplir sus deseos. Ben Bradle, ex director ejecutivo de The Washington Post, recordado como supervisor de los artículos que destaparon el caso Wattergate, y su esposa, la escritora Sally Quinn, compraron Grey Gardens en 1979. Cumpliendo con su palabra reconstruyeron fielmente la casa y los jardines gracias a las descripciones e imágenes del libro de la creadora del jardín, Anna Gilman. Pero dicen que en los días de fuertes lluvias, todavía se puede apreciar cierto olor a gato 🙂
¿Conocías esta curiosa historia?
Yo la he descubierto este fin de semana y ya tengo la peli preparada para verla esta misma noche. ¡Ya os contaré!
Hola Monica, bonita historia y sin duda precioso lugar. Feliz semana. Un besin enorme.
Bonita historia y el lugar… que decir del lugar, encantador.
saludos
Hola, me puedes decir el enlace de la película?
Hola Guiomar, es un torrent que encontré en esta web