Hoy seguimos navegando por las memorias de Chatsworth House, una propiedad con una historia tan intensa como la belleza de su entorno. En este capítulo no hay referencias a sus jardines, pero las fotografías ilustran el marco en el que acaecían los acontecimientos. El final del siglo XIX está marcado por fuertes cambios sociales tras la Revolución Industrial y, aunque la aristocracia intenta mantenerse imperturbable, los circunstancias zarandean su posición. La política y la buena vida ocupan todo su tiempo y Chatsworth se convierte en un instrumento para afianzar su categoría social.
Chatsworth se convierte durante el siglo XIX el centro neurálgico de reuniones sociales con transfondo político
Durante la segunda mitad de siglo XIX no hubo cambios sustanciales en Chatsworth, al menos no en los jardines. Sus propietarios disfrutaban de todo el placer y entretenimiento que proporcionaba la finca atrayendo a ella a la élite social más poderosa, con la que el duque se codeaba en el Parlamento. Se organizaban cacerías, banquetes, bailes y todo tipo de excesos que pudieran agradar a los lores, el Primer Ministro e incluso al Rey. Para orquestar tanto entretenimiento, la casa contaba con 70 criados.
En 1892 llegó a Chatsworth una duquesa poco convencional. Spencer Cavendish, octavo duque de Devonshire, se casaba con Louisa von Alten, viuda del duque de Manchester. Ella tenía por entonces 60 años de edad, había sido amante del duque durante los últimos 30 y se la conocía como la doble duquesa. Con 70 criados a su servicio en una mansión como Chatsworth se convirtió en la reina del entretenimiento.
La doble duquesa tenía una amistad cercana con el Príncipe de Gales, el futuro rey Eduardo VII. El príncipe adoraba las fiestas, especialmente las de Chatsworth, y las representaciones que la duquesa organizaba en el teatro de la mansión para sus distinguidos huéspedes. El príncipe también era muy aficionado a la caza y durante la temporada de invierno la doble duquesa estaba encantada de alojarlo durante las cacerías, otro de los grandes atractivos que ofrecía la propiedad.
En uno de los inventarios de Chatsworth se puede leer un registro donde aparece su majestad el Rey Eduardo VII junto al Duque de Devonshire y otros caballeros en una cacería. El primer día de salida regresaron con 256 faisanes y volvieron con 859 el día siguiente, 1106 faisanes en solo dos días. Tras los excesos de un día de caza los entretenimientos se prolongaban por la noche con cenas en las que los caballeros tenían la oportunidad de discutir de política y disfrutar de un concierto en los salones de la casa.
A la duquesa le gustaba hacer ostentación de su fortuna y estatus social, la mesa del comedor era un escaparate de opulencia con todo minuciosamente dispuesto para causar sensación. Cubierta de plata desde un extremo hasta el otro dejaba absortos a los comensales en cuanto entraban en la sala. Cada cena era un banquete, con vino a raudales y entretenimiento nocturno.
Consuelo Yznaga, nuera de la duquesa, fue la primera de una lista de mujeres luchadoras que sacudieron la aristocracia de Chatsworth. Tenía la mezcla exótica y extravagante de un padre cubano y una madre de Nueva Inglaterra, le gustaba tocar el banjo y fumar cigarros. Con 18 años se las apañó para casarse con un lord inglés.
Aunque la propiedad de Chatsworth disfrutaba de buena salud económica, eran tiempos de cambio. Los ingresos por las tierras caían y muchas haciendas luchaban por subsistir. Los terratenientes miraban a América para casarse con ricas herederas y cazar una fortuna. Una propuesta atractiva en ambos sentidos: un duque con un título de prestigio y una buena propiedad, y una rica heredera con mucho dinero.
Cuando Consuelo Iznaga se casó con el hijo de la doble duquesa, en 1876, fue una de las primeras bodas entre una heredera americana y un aristocrático británico. Pero las cosas se torcieron pronto y en un año, el marido de Consuelo la había abandonado. La duquesa se posicionó al lado de su nuera y se aseguró de que la aceptaran el los más altos círculos aristocráticos.
Las dos continuaron dando fiestas en Chatsworth durante la primera década del siglo XX, hasta que el estallido de la Primera Guerra Mundial provocó el final drástico de los excesos en Chatsworth.
Después de la guerra, las fortunas aristocráticas habían disminuido considerablemente. Los duques de Devonshire consiguieron aguantar la tormenta y Chatsworth sobrevivió sin perder ni un ápice de esplendor.
Durante la primera mitad del siglo XX una serie de tragedias se ciernen sobre Chatsworth House, pero eso os lo cuento en la próxima entrada.
no hay jardin de este tipo que no me apetezca visitar…
Son alucinantes estos jardines y la historia que los rodea, vuel ve a dejarnos con la miel en los labios. Felicidades Monica esta serie de articulos me estan encantando.