A la luz del jardín reúne la obra Joaquín Sorolla Bastida y EstebanVicente Pérez, dos pintores que compartían una gran pasión más allá de la pintura: el jardín. Tanto Sorolla comoVicente cosecharon grandes éxitos retratando, cada uno a su manera, las texturas y los colores de plantas, jardines y paisajes. Ambos dejaron las calles de su infancia en busca de una fortuna que los dos terminaron por encontrar. Sorolla, Valenciano de nacimiento, se trasladó a Madrid; Vicente, segoviano, se mudó a Nueva York.
Es curioso lo mucho que se quiere a estos maestros españoles en La Gran Manzana. Sorolla cuenta con una sala impresionante en la Hispanic Society of America donde se exponen el conjunto de obras de gran formato conocidas como «Visión de España». Vicente está ampliamente representado en el MOMA con una gran colección de pinturas que el artista pintó durante su vida en la ciudad de los rascacielos. Cada uno tiene su estilo, no cabe duda, pero ambos captaban la luz con una habilidad innata muy especial, y los dos adoraban pintar el jardín en sus lienzos.
«A la luz del jardín», un nexo entre Joaquín Sorolla y Vicente Esteban
Pintar la naturaleza, tanto paisajes campestres como jardines, es un tema recurrente a lo largo de la historia del arte. Muchos han sido los artistas que han desarrollado alguna de estas facetas. Pero, en lo que a espacios verdes privados se refiere, no tantos artistas han creado su propio jardín y lo han cuidado hasta convertirlo en su principal fuente de inspiración. Esta circunstancia se da en la vida de nuestros dos protagonistas, tanto Joaquín Sorolla como Esteban Vicente vivían en una casa con jardín al que salían a dibujar muy a menudo, tomando como modelo cualquier bello rincón de su vergel. «A la luz del jardín» es una muestra de las obras más representativas de este hecho.
Joaquín Sorolla y el reflejo de su jardín
Hacia 1905, Sorolla construyó una casa en un solar de la actual Avenida General Martínez Campos, en Madrid, para crear su hogar, estudio y jardín. El jardín de Sorolla cuenta con tres espacios neoclásicos, de inspiración italiana, y un patio andaluz. Los jardines fueron deseo del artista y su mujer. Joaquín, había viajado y pintado los suficientes como para disponer de los conocimientos de diseño necesarios. Su arte y la creatividad de Clotilde, su esposa, fueron suficientes para ejecutar tan bello espacio.
Arte y naturaleza se funden la casa familiar y el pequeño paraíso de Sorolla, lugar que desde 1916 comenzó a pintar. El jardín fue el tema principal de muchas de sus obras en las que plasmaba sus fuentes, arbustos, macetas y flores. Pero el colorido espacio vegetal también sirvió como de telón de fondo para muchos de los retratos que realizó en sus últimos años. A la luz del jardín, Sorolla realizó bellísimos cuadros.
La pequeña, pero interesante, selección de obras de Sorolla que se muestran en «A la luz del jardín» están fechadas entre 1916 y 1919. De ellas se desprende un Sorolla íntimo, que pinta con la libertad que le da hacer lo que le gusta en su lugar preferido, el jardín familiar. Su pintura sufre una profunda evolución fruto de esa familiaridad. Ya no se centra tanto en delinear flores y hojas o en definir ornamentos y arquitecturas, comienza a experimentar centrándose en la esencia de lo que ve: la luz, el color, el ambiente. La pincelada es más suelta, natural y rápida, mientras que las formas y texturas se matizan potenciando lo sensorial. Su obra sigue un claro camino hacia la abstracción.
Esteban Vicente, formas y colores a la luz del jardín
Esteban Vicente ( Turégano, 1903 – New York, 2001) fijó su residencia en Nueva York en el año 1936, algunos meses después del estallido de la Guerra Civil Española. Un año antes se había casado con Estelle Charney, una estadounidense a la que había conocido en París. En 1947 se introdujo en la naciente Escuela de Nueva York de expresionismo abstracto y su carrera ascendió rápida como la espuma, exponiendo en las más prestigiosas galerías neoyorquinas de mitad de siglo. Fue miembro fundador de la New York Studio School, donde enseñó durante treinta y seis años, y siempre rehusó exponer en España durante los años de dictadura.
Esteban Vicente y su tercera mujer, Harriet Godfrey Peters, adquirieron en 1964 una granja de estilo colonial holandés en Long Island. En un lugar idílico, con buen clima la mayor parte del año, la pareja solía pasar largas temporadas practicando uno de los pasatiempos favoritos del pintor: la jardinería. A la luz de su jardín trabajó también plasmando la naturaleza en sus lienzos.
Esteban Vicente, pasión por la naturaleza
La finca del matrimonio contaba de más de 8000 m2 de terreno y comtaba con varios edificios. Además de la casa principal, hogar de la pareja, estaba el estudio del pintor que contaba con un almacén de pintura. Un par de cobertizos y una casa de invitados eran las otras construcciones, todas ellas rodeadas por un maravilloso jardín que integraba el conjunto de inmuebles. Harriet y Vicente eligieron todas las especies vegetales del espacio verde y plantaron gran parte de los arbustos de aquel bonito vergel. Eran avezados jardineros que encontraban gran placer en cultivar el jardín y convertirlo en un arco iris de color.
La naturaleza siempre había sido tema principal en la obra de Vicente. Con su jardín, el autor disfrutaba por partida doble: tanto de cuidarlo y cultivarlo como de retratarlo y plasmarlo en sus lienzos. Con su arte abstracto, las obras de Esteban Vicente consiguen transmitir al espectador un maravilloso sentimiento de equilibrio sereno.
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«A la luz del jardín» es una de las exposiciones que actualmente se pueden ver en el Museo de Arte Contemporáneo Esteban Vicente. Si vives cerca o estás de paso, no debes perdértela. Yo, sin duda, no lo haría. Nada me gusta más que las pinturas de jardines y plantas. Salvo las plantas y los jardines, por supuesto!