Hoy damos un paseo por el Jardín des Tuileries, en la capital francesa y bajo la luz dorada del atardecer, de la mano de la fotógrafa Alice Gao que nos brinda estas bellísimas imágenes. Mirándolas, es difícil imaginarse un lugar más hermoso, y sin embargo, los franceses no siempre apreciaron el gusto de Catalina de Medici por los jardines.
No es de extrañar que los franceses no compartieran la inclinación por un lujo tan desorbitado. El francés medio del siglo XVI la época se enfrentaba a amenazas como la peste, el hambre y la pobreza mientras la reina gastaba montones de dinero en proyectos arquitectónicos para su uso privado. Para la creación de estos jardines contrató a un arquitecto de Florencia ya que quería un jardín de estilo italiano que le recordara su casa natal.
En los suntuosos jardines de Catalina se construyeron fuentes, estatuas, una gruta, y canales. Se dispusieron viñedos, un jardín para la cocina, y grandes extensiones de césped separadas por largos caminos.
La indignación del pueblo francés se reflejaba en las palabras del poeta Pierre de Ronsard:
La reina debe cesar la construcción,
Sus terrenos deben dejar de engullir nuestra riqueza…
Pintores, albañiles, grabadores, tallistas de piedra
Gasta el tesoro con sus caprichos.
¿De qué nos sirven sus Tuileries?
De nada, Moreau; no es más que vanidad.
Estarán desiertas en menos de cien años.
Durante los siguientes siglos, las Tuileries siguieron el destino de muchos otros jardines reales: efímeros, ignorados y olvidados por un tiempo. Finalmente, una nueva reina lo redescubrió y se restauró su vegetación, se construyeron nuevas terrazas y se incorporó un zoológico de animales exóticos. Durante la Revolución Francesa, Maria Antonieta paseaba cautiva e inquieta bajo esta misma luz del atardecer.
Finalmente, los jardines de Catalina sobrevivieron al paso del tiempo. No así el palacio, que se destruyó en un incendio provocado en 1871 durante el sitio de Paris.