Huevo de los Lirios del Valle (TheTelegraph)
Sé que no tiene mucho que ver con el tema que ocupa a este nuestro blog -quizás un poco por los motivos florales representados- pero hoy he vuelto a encontrar estas fabulosas joyas en una de las revistas con las que entretengo algunos minutos de ocio estival y he decidido dedicarles una entrada. Estas piezas únicas de orfebrería son unos de los tesoros más codiciados por coleccionistas, tanto como los cuadros de Van Gogh.
La Pascua es una festividad importante en el calendario ortodoxo y en Rusia es tradición, desde tiempo inmemoriables, regalar huevos de Pascua. La aristocracia y la realeza participaban también en esta costumbre popular y el zar Alejandro III cumplía con la tradición con toda la pompa y lujo que cabía esperar de una de las cortes más ricas y ostentosas de Europa.
Fue en 1885 cuando el zar encargó a Peter Carl Gustavovich Fabergé, el joyero más célebre de la época y artesano de cabecera de monarca ruso, la fabricación de un huevo digno de una reina con el que obsequiar a su esposa, la zarina, en tan señalada festividad. El exclusivo regalo tuvo tanto éxito que desde entonces, cada año Fabergé hubo de fabricar un nuevo huevo exclusivo y diferente al anterior para satisfacer el apetito de María Fiódorova por las joyas. Con el paso de los años, la costumbre terminó por institucionalizarse en la casa Romanov y el joyero llegó a crear 43 huevos diferentes para la familia real.
Tras la muerte de Alejandro, su hijo Nicolás II mantuvo viva la tradición alimentando el prestigio internacional de Fabergé que confeccionaba los encargos con esmero. La fabricación de cada huevo requería varios meses de dedicación artesanal aplicando técnicas novedosas y produciendo algunas de las obras cumbre de la orfebrería de todos los tiempos. Fabergé trabajaba el oro con una destreza magistral aplicando esmalte traslúcido según técnicas que había aprendido en París.
Durante 32 años Peter Carl llegó a a crear hasta 69 piezas diferentes, para la familia real y para otras familias de la corte. En 1917 la Revolución Rusa puso fin al reinado de la dinastía Romanov y con ello a los encargos reales y la fabricación de los huevos de Fabergé.
Huevo de hojas de trébol (whatsimonsaid)
En la actualidad, estas piezas están repartidas por todo el mundo. Diez de los huevos pertenecen al Kremlin, entre ellos el Huevo de la Coronación, el más famoso y preciado. Nueve de los huevos pertenecieron hasta 2004 a la acaudalada familia Forbes, después se vendieron al millonario ruso Viktor Vekselberg por un precio que se estima rondaba los 120 millones de dólares.
Tercer huevo imperial de Fabergé (sparkle)
Otras piezas están en poder de la Reina de Inglaterra (fueron compradas por su abuelo Jorge V), otros en museos norteamericanos y otros en instituciones suizas, Hasta ocho unidades se hallan en paradero desconocido. Una de las últimas piezas fue descubierta por un comprador de oro americano que adquirió el huevo por 8000 dólares según el valor de su eso en oro y las piedras preciosas que llevaba incrustadas, más tarde descubrió que se trataba de un original de Fabergé y que su valor de mercado se acercaba a los 20 millones de dólares.
Huevo del Carrousel (Pinterest)
Cada huevo lleva en su interior una sorpresa: un reloj, una figura con movimiento o sonido, una joya especial, etc. El huevo del cisne de oro contiene un mecanismo que al abrirlo hace girar y mover las alas al pequeño cisne de oro que encierra en su interior. Este otro huevo esmaltado no parece excesivamente sofisticado pero dentro hay una pequeña jaula con un diminuto pajarillo que emite delicados trinos al ver la luz.
Huevo del pájaro enjaulado (Pinterest)
Os aseguro que no soy coleccionista ni tan siquiera aficionada a la joyería. No me atrae sobremanera los metales nobles, las piedras preciosas ni las joyas sofisticadas. Pero los huevos de Fabergé encierran años de historia relacionados con una dinastía apasionante y son tan elaborados, coloridos y originales que confieso que son mi debilidad, aunque no creo que me gastara tanto dinero en ellos ni aunque lo tuviera 🙂