No sé si te habrá sucedido alguna vez, pero un árbol enferma y muere o por alguna razón se hace necesario talarlo y en el suelo quedan las raíces y un trozo de tronco (el tocón) sobresaliendo del terreno. Puede que no sea muy ancho, pero quizás era un árbol longevo y el tronco tenía ya un diámetro considerable. La imagen es desoladora y, a la tristeza de haber perdido una planta que apreciabas, se une el aspecto feo que dejan los restos en la tierra.
A mi me ha sucedido en un par de ocasiones, la primera con un precioso ciprés lambertiana que enfermó y murió, la segunda con un arce negundo que creció mucho e invadía casi todo el jardín. Los dos hubo que talarlos, el tocón del ciprés se pudrió (era bastante fino todavía) y lo arranqué al año siguiente. El arce quedó cubierto por tierra -cuando elevamos unos centímetros el nivel del terreno- y no supe más de él. Pero en ambos casos tenía preparado un par de contingencia en caso de que se quedaran, alguna forma de decorarlos para aprovechar la madera y no deslucieran el jardín.
En el caso del ciprés, que tenía un tronco fino, lo hubiera reciclado como tutor para alguna trepadora o enredadera, quizás un rosal. El arce, con un diámetro mayor, hubiese sido una peana ideal para colocar una maceta bonita y hacer una jardinera. No tuve que recurrir a estos planes, pero, por si necesitas ideas, aquí te traigo unas cuantas muy bonitas, decorativas e incluso curiosas en algunos casos.