No podía ser de otra manera, el jardín (el hogar, en general) de una mujer con la sensibilidad y talento de Frida tenía que ser diferente a todo lo demás. Al igual que su obra, su entorno más inmediato refleja su exaltada sensibilidad y su especial comprensión del color.
La imagino pintando a la sombra de los árboles del patio, inspirada incluso con el fuerte calor del verano y expresando con esa extraña simbología que plasmaba en sus obras sus sentimientos más íntimos.
La casa azul fue el hogar de la considerada mejor artista mejicana de todos los tiempos. Una casa de marcado carácter en la que nació, vivió y murió la pintora.